
En el verano del '76, cuando aún era ley dormir la siesta y no era bien visto para "una chica de su casa" andar por la calle después del almuerzo, mis argumentos para no ir a dormir eran vanos para convencer a mi mamá.
Una tarde, mientras estiraba el tiempo en el galponcito del fondo, donde iban a parar los cachibaches y las cosas que ya no se usaban, encontré dentro de una bolsa de las Perfumerías Ivonne, un atado de libritos amarillentos.
Irresistiblemente curiosa, abrí aquel paquete.
Desde esa tarde ya no dormí más la siesta...
Sí. Es que en esa bolsa me encontré por primera vez con un tesoro para una adolescente de los años '70. Esos libritos amarillentos, eran las novelas de Corín Tellado que mi mamá había leído en su cama, desde que yo tenía memoria cada noche antes de apagar las luces para dormir.
Esos libros con imágenes de "novios" en las tapas, y que cuando le pedía que me leyera, me respondía:
- No. No son para chicos.
Ese verano descubrí que para soñar, no era imprescindible dormir...leer era un camino.
Ese verano, con casi trece años me dí cuenta que una mujer es algo lindo de ser, y yo quería ser.
No sé cuantas novelas leí de Corín Tellado. La cifra es irrelevante, si pienso en la riqueza de imágenes mentales, sensaciones y emociones que generó en mí y en tantas mujeres, chicas y grandes, porque si yo me sentía especial al decir "leo novelas de Corín Tellado", ¡cuánto más todas las generaciones que con ella soñaron!
En sus descripciones se podía oler el campo, tiritar el frío, ruborizarse por un beso arrebatado o un abrazo robado, leído a escondidas.
En esas novelas estaban plasmados muchos de los amores que podíamos vivir.
La vida se insinuaba muy linda por entonces.
Probablemente muchas bosquejaron los hombres que querian en sus vidas; otras quizá, soñaban vivir alguno de esos capítulos apasionados y ardientes, donde ganaba quien más amaba, como siempre fue en la vida real...
Ha partido Corín Tellado, y continuará alimentando sueños en muchas generaciones más.
Esas adolescentes de ayer, que soñamos nuestros romances con sus palabras, y nos ruborizamos ante las imágenes que veíamos en nuestra imaginación, mientras soteníamos los libritos amarillentos en nuestras manos, hoy la despedimos agradeciendo los sueños provocados por sus textos,al igual que ella con la certeza de que siempre habrá una oreja verde para escuchar palabras de amor, y un corazón rojo para sentirlo, mientras el hombre tenga sueños...aún leyendo novelas.