17.5.09

La pausa de Mario Benedetti...¡hasta siempre!


Táctica y estrategia de un hombre.
Escribir la vida sin estruendos... con la fuerza irrefutable de lo simple y claro. Simple y profundo. Así queda grabado don Mario Benedetti en quienes nos vemos en sus palabras, y en quienes las tomamos de sus obras para contar un ratito de vida. Hasta luego Don Mario...
Táctica y estrategia
Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos.
Mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible.
Mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos.
Mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos.
Mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple.
Mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.
M. Benedetti

16.5.09

¡El calor del corazón pudo más que el frío de la tarde!
















En la Biblioteca "Ceferino Namuncurá" de Gonzalez Catán, acompañamos al viento con cuentos, trabalenguas y juegos. Compartimos con los chicos una tarde de nubes azules pero corazones dorados, entre historias de loros, mates, princesas, ñandúes y mucho más. Temprano, las mamás prepararon la chocolatada caliente y el pan casero, haciendo de este sábado un tiempo inolvidable para todos. Agradecemos a Jorge, director de la biblioteca y al hermoso grupo humano que lo acompaña en esta misión que ya lleva dieciocho años de vida: una biblioteca popular, hecha a pulmón, cuidada en todos sus detalles, fuerte en su esencia y funcionamiento, y ambiciosa en su noble objetivo: seguir adelante contra viento y marea, llevando a cada lector un sueño, una esperanza, un futuro a partir del placer por la lectura. Seguimos en contacto con ellos. Aquí, algunas fotos del evento. Una experiencia que nos nutrió como narradores... pero más, como seres humanos.

13.5.09

¿ Lo digo o no lo digo? Escrito está...

Del putear literario

Por Juan Sasturain

No debe ser casual que nuestra narrativa haya nacido con un hermoso texto lleno de puteadas, El matadero, en el que proliferan las tetas, los cojones y los huevos... Tampoco debe ser casual que esas “malas palabras”, puestas en boca de personajes bárbaros, fueran a la vez exabruptos sordos y casi secretos, permisos que se concedió un escritor –el a veces inasible Esteban Echeverría– al expresarse espontáneo y sin pudores, como si no fuera a ser leído en lo inmediato, ni siquiera por encima del hombro.

Y es que así fue, exactamente. Tenemos ese texto (tan puteado) precisamente “porque no se podía” escribir en ese registro. Si Echeverría hubiese concebido El matadero para publicarlo en ese lugar y momento –Buenos Aires durante la década del cuarenta, virulento gobierno de Rosas– no lo habría escrito así o no lo habría escrito, a secas. Es que se trata, de algún modo, de un texto privado cuyas condiciones de difusión no estaban dadas, ni siquiera previstas, para y por el autor. Incluso después, durante su estadía en Montevideo, donde moriría en 1851 tras diez años largos de exilio.

Es bien sabido que el laborioso Juan María Gutiérrez, nuestro primer crítico e investigador literario, da a conocer El matadero recién a mediados de los años setenta, un cuarto de siglo después, cuando se hace cargo de la edición de las obras completas de Echeverría y recoge, acaso descubre, sus inéditos. Ahí, pudoroso escrupuloso, Gutiérrez recurre a los puntos suspensivos –“m...” por mierda, “p...” por puta, “c...” por cojones– que sin duda no existían en un manuscrito original de escritura nerviosa y a veces casi ilegible por el temblor, producto –aventura el compilador– “más de la ira que del miedo”. Seguramente.

La cuestión es que Echeverría, encendido y desatado, con el oído fiel y fino, hace putear a Matasiete y sus abominables carniza/mazorqueros, los hace entrar creíbles de palabra y obra en la literatura nacional sucios de barro y sangre; a la inversa, es evidente que se le lengua la traba, se le engola la gola, a la hora de darle la palabra a su idealizado unitario alternativo, irascible sin zafaduría, capaz de reventar de rabia con todos los calificativos agraviantes en la boca y sin ninguna puteada... Ahí el realismo romántico y su afirmación de lo particular nacional entra en colisión con la idealización del héroe ídem, y la verosimilitud –al menos en términos de registros del habla– se va de algún modo al carajo. ¿Acaso no puteaban los unitarios y/o el mismísimo Echeverría en privado; acaso sólo lo hacían entre pares y no cabe acá homologarse con los usos del enemigo?

Un rastreo somero pero representativo del mal hablar literario nos mostraría que contra todo pronóstico los personajes de Arlt no putean –aunque el “rajá turrito, rajá” que el farmacéutico endilga a Erdosain es marca de fábrica arltiana–; y que, por ejemplo, los de Sabato –como los de Echeverría– sólo lo hacen para demostrar su condición de clase: “Métase las casullas en el culo” le dice un peronista empatotado a la mujer que quiere impedir el saqueo de las iglesias la noche de los incendios del ’55, en Sobre héroes y tumbas, confirmando que la barbarie también es verbal.

También en el primer Cortázar, el heroico Pelusa –el personaje “mersa” de Los premios, toda una revelación incluso para el autor sobre el final– monopoliza las puteadas y “malas palabras” de la novela. Pero acá está claro que –ante el peligro y el enemigo concretos– el Pelusa no sólo hace (pelea) sino que dice (llama a las cosas por su nombre): así, trata de “manga de cagones” a los mayoritarios claudicantes de su heterogéneo grupo de clase media. Hay un cambio de signo.

Walsh sembró escasas y significativas puteadas en sus cuentos. En Corso, porque registra –a la manera que después, largamente, Fontanarrosa– el coloquial reo. Y en el prólogo ejemplar de Operación Masacre, porque cuando necesita mostrar/explicar en una frase cierta revelación personal de cómo son las cosas, oye y pone en boca del soldado herido el “no me dejen solo, hijos de puta” en lugar de un supuesto “viva la patria” convencional.

Acaso el texto ejemplar que cierre el imaginario, arbitrario círculo de lo malhablado literario esté en un poderoso relato de Rozenmacher de los sesenta: Cabecita negra. Una sola palabra, una sola expresión rápida, vulgar y usual, puesta en boca del corriente señor Lanari, revela, más que cualquier discurso explicativo, todo el odio de clase: “Negra de mierda” piensa y dice el burgués amenazado.

La víctima unitaria de Echeverría y la viejita que tironeaba las pilchas sagradas en Sabato han encontrado por fin su auténtica voz.

Fuente: Página/12

9.5.09

Una caricia al corazón con los chicos del Nuevo Colegio Inglés en Capitán Sarmiento

















El sol no se lo quiso perder... El cielo se puso la camisa impecable de los días luminosos y espléndidos para que en el "Nuevo Colegio Inglés" de Capitán Sarmiento, la cita con los chicos y los cuentos fuera perfecta, pues junto a Inés y Oscar de "A plena voz ", acompañados por Inés Bombara llevamos en nuestras voces poemas y cuentos a los alumnos de todos los niveles. Una jornada de luz, generosidad y afecto nos dejó el corazón gordito de emociones, risas, buenos encuentros y un hasta la próxima que envolvimos con la generosa participación de padres y alumnos. Volvimos sonrientes, felices por todo lo compartido y afirmando, una vez más, que la magia de los cuentos enlaza corazones. ¡Muchas gracias a todos!













1.5.09

Día del trabajo


El obrero


Madre: cuando sea grande

¡ay que mozo el que tendrás!

te levantaré en mis brazos

como el viento alza el trigal.


Yo no sé si haré tu casa

cual me hiciste tú el pañal,

o si fundiré bronces,

los que son eternidad.


¡Que hermosa casa ha de hacerte

tu niñito, tu titán,

y que sombra tan amante

el alero te va a dar!.


Yo te regaré una huerta,

y tu falda he de colmar

con los frutos perfumados:

pura miel y suavidad.


Gabriela Mistral
Seguramente si nos detenemos a mirar a los niños y a los ancianos, sabremos que el único trabajo que vale es Ser Feliz, y con ello todo lo bueno que venga. Que prevalezca la construcción diaria de nuestros sueños por encima de los obstáculos.
Bien dicho por Gabriela Mistral, que "los frutos perfumados" nos acompañen en el regreso a casa, cada jornada .